Era una noche común, nadie hacía nada interesante y los segundos pasaban
como minutos. Los perros callejeros ladraban sin parar, pero aún así se sentía
que el silencio dominaba en la casa. Mi celular estaba en modo vibrar y mi
mente en otro mundo. No recuerdo en qué pensaba, o qué fantasías estaba
viviendo, pero el temblor del celular me despertó bruscamente de mi sueño. Lo
tomé y vi la pantalla; era un número que no tenía registrado el que me llamó.
No quise contestar porque simplemente no me da espina contestar números desconocidos.
Dejé el celular a un lado, y me dispuse a recuperar mis fantasías nuevamente,
pero un nuevo vibre del mismo número me volvió a interrumpir. Por mi mente pasó
que el que estaba llamándome era mi héroe, el que me rescató de la tempestad, el
que me sacó del abismo sin fondo en el que estaba cayendo, la pequeña luciérnaga
y gran sol en medio de la oscuridad que me tenía atrapado. Contesté. No
reconocí la voz. No sabía quién era. Hasta que me dijo su nombre.
Tenía tanto tiempo sin saber ni pensar en esa persona. Había olvidado
por completo su existencia. Nunca más habíamos tenido contacto y la verdad
nunca pensé que lo volvería a escuchar. Hasta el tono de su voz olvidé. Era él,
el que me había empujado al abismo sin fondo, el que me abandonó en la
oscuridad, el que me clavó un puñal por la espalda. Era el Diablo. Me quedé
helado. No sabía qué hacer, si cortar la llamada o escucharlo una vez más. “No
me tranques” me dijo. Así que opté por esa opción aunque no sé si fue la
correcta. ¿Qué tenía que perder? Mi paz, mi tranquilidad y mi estabilidad
emocional. Por suerte las conservo aún conmigo, aunque a veces quieran
escaparse de mis manos.
Fue una conversación tan inestable como él y yo juntos. Me aclaró
cosas innecesarias, que no me importan, recordamos
anécdotas, nos reímos, también sufrimos y pasamos arrecheras. En sus momentos
de ira de su boca salían porquerías, arañas, gusanos y cucarachas; cosas que me
aterraban y lastimaban.
No sé en qué momento se terminó la llamada, pero quedé un poco
pensativo. El desequilibrio prometía adueñarse de mí y hacerme llorar, pero no
lo permití.
No quiero ser amigo del Diablo, no quiero ir al infierno otra vez, no
quiero estar perdido en la oscuridad de nuevo, no quiero volver a sentir otro
cuchillo en mi espalda atravesándome el corazón, no quiero. No puedo dejarme
convencer, no puedo.
Adrian Jimeno.
Qué bonito lo que escribes. Espero sepas tomar las decisiones correctas, I'll be here whenever you need me. Just call me and i will go to you.
ResponderEliminarquien eres? ._.
EliminarMe encanto, en serio... Con ciertas cosas que dijiste me identifique, es fantástico.
ResponderEliminarSiempre el diablo está a la vuelta de la esquina, llamando, insistiendo con su dulce tentación. Tan seductor como lo podría ser su opuesto.
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